María Corina Machado (izquierda) aspirante a la presidencia de Venezuela y Lorenzo Mendoza (derecha) presidente de Empresas Polar. Foto: Mercurio |
Por Alexander Montilla
Es una estrategia política que consiste en promover, inflar y convertir en matriz una esperanza que no se materializará y que al final se convertirá en frustración.
Ejemplos recientes: Lorenzo Mendoza 2017-18 y María Corina 2023-24.
Así funciona:
Lorenzo: Su supuesta candidatura al comienzo era simple suposición, pero desde las altas esferas se encargaron de “meterle gas” a través de incautos columnistas y “sesudos analistas” hasta convertirla en gran esperanza y favorito de las encuestas para derrotar a Maduro. Esa matriz se consolidó entre los abstencionistas que ahora sí estaban decididos a votar.
Pero a esas alturas los únicos que sabían que el personaje no se iba a lanzar eran Lorenzo y la cúpula oficialista.
Entonces, a finales de 2017 murió la ilusión porque Lorenzo sentenció que ni era político ni buscaba cargos públicos.
Ahí reaparecieron despechos, frustraciones y desganos colectivos.
Acto seguido el régimen pisó el acelerador, consciente de que los egos no permitirán a la oposición presentar una candidatura de verdad y menos una estrategia unitaria.
Llega el 2023-2024 y el libreto se repite.
Esta vez María Corina encarna el rol de Lorenzo con la diferencia de que ella sí ha prometido “ir hasta el final”.
Comenzó de menos a más y ya puntea todas las encuestas.
Han reaparecido las emociones y las ganas de votar. Igual que ocurrió con Lorenzo.
Pero el desenlace de esta versión del juego de las ilusiones fallidas comienza a perfilarse. María Corina será inhabilitada en plena recta final y la oposición no tendrá plan B ni tiempo para reaccionar.
El despecho, la frustración y el abstencionismo retornarán a su lugar de costumbre. Y a quien pueda interesar, el laboratorio de ese juego de las ilusiones fallidas tiene su sede principal en el Foro de São Paulo.
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