Bucha, Ucrania jueves 12 de mayo de 2022 (AP) . — Mientras oía morir a su padre, el niño se quedó quieto tumbado sobre el asfalto. Le dolía el codo, atravesado por una bala. Le escocía el pulgar, donde otra le había rozado.
Era otro asesinato en una calle solitaria de Bucha, una población a las afueras de la capital de Ucrania, Kiev, donde se siguen encontrando cuerpos de civiles semanas después de que se retirasen los soldados rusos.
Muchos de los muertos recibieron disparos en la cabeza.
Yura Nechyporenko, que entonces tenía 14 años, estaba a punto de convertirse en uno de ellos.
Los sobrevivientes han descrito cómo los soldados les dispararon cerca de los pies o les amenazaron con granadas, antes de ser apartados por algún compañero más calmado.
Pero ese día de marzo no había nadie para sujetar al soldado ruso cuando Yura y su padre, Ruslan, de 47 años, pasaban en bicicleta por una calle flanqueada de árboles.
Iban a visitar a vecinos vulnerables, refugiados en sótanos y casas sin electricidad ni agua corriente. Llevaban una tela blanca anudada en las bicicletas, una señal de que iban en paz.
Cuando el soldado salió de un camino de tierra para increparles, Yura y su padre se detuvieron de inmediato y levantaron las manos.
“¿Qué hacen?”, preguntó el soldado. El padre de Yura no tuvo tiempo de responder.
El chico oyó dos disparos. Su padre cayó al suelo, con la boca abierta y ya sangrando.
Un disparo alcanzó la mano de Yura y él también cayó. Otro disparó le dio en el codo. Cerró los ojos.
Hubo un último disparo.
El extraordinario testimonio de Yura de un intento de asesinato por parte de soldados rusos llama la atención en un momento en el que expertos en justicia internacional llegan a Bucha, convertida en núcleo de los horrores y crímenes de guerra en Ucrania. Sólo en Bucha, 31 menores de 18 años murieron y 19 resultaron heridos, según las autoridades locales.
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